La serie La Guardiana surge de un imprevisto meteorológico, del azar.
Realizando una editorial, esperábamos nieve y sol y, sin previo aviso, surgió una niebla densa. Verdaderamente inaudita en este entorno natural de Almería.
Decidí aprovechar los inconvenientes e inventar todo un personaje de fábula para esta serie.
El personaje en sí mismo fue casi una aparición, que se materializó allí casi mientras la imaginaba en mi mente.
Quise trasmitir la fuerza de este personaje.
Ella, una guardiana, aparece de entre la niebla de forma fantasmagórica, como un ente extraño, casi mitológico, mitad divinidad y hechicera, casi humana, mitad criatura feérica del bosque.
Sin ser peligrosa, posee ese poder y fuerza extraordinarios con los que equilibra el orden de la naturaleza, de esas montañas.
Así, la vemos aparecer vigilante, entrar casi en trance y, finalmente, completamente integrada, como un elemento más del entorno: del viento, la niebla, las montañas, los colores de las mismas, los sonidos del bosque…
Es un canto a la naturaleza, a su inteligencia milenaria, salvaje y primitiva que reside en cada elemento y en nosotros mismos.