Fui invisible desde pequeñita. De hecho, sólo mi padre podía verme. A veces me
disfrazaba, salía al rellano y llamaba a la puerta fingiendo ser otra persona. Mi madre
miraba por la mirilla y no abría la puerta. Nunca supe si era porque sabía que era yo, o
porque creía que era un extraño. Yo me sentaba en la escalera, esperaba a que mi padre
llegase del trabajo y entrabamos en casa de la mano sin decir nada.
Dibujar era lo que más me gustaba. También pasaba las tardes recortando revistas y
combinando los trocitos de papel. Hacía caras con ojos, narices y bocas de distinta
procedencia. Ninguna se parecía a mí, pero todas eran yo.
Crecí (con dificultad) y estudié Bellas Artes. Pintura, dibujo e historia del arte. Nunca he
tenido el deseo de hacer otra cosa que no sea dedicarme a crear, y a pesar de dar muchos
tumbos por la vida, aun sigo haciéndolo. Es mi único vicio. Actualmente me centro en el
collage de mediano formato porque es idóneo para contar cuentos cortos. Son viñetas de
lo que me guía, lo que me llama la atención, lo que me duele y lo que me divierte.
El anonimato personal no me desagrada, pero desde el punto de vista profesional, quisiera
que mis collages tuvieran más visibilidad. Que el público les abra la puerta de su casa. No
quiero que se queden solos en el rellano de la escalera.